Carta a mi hija

Querida Rex,

Desde el momento en que supe que vendrías al mundo, mi vida cambió para siempre. Ser mujer siempre ha sido un privilegio y un desafío, pero desde que me convertí en tu mamá, he encontrado en mí una fuerza y un amor que jamás imaginé.

Ser mujer es hermoso. Es la capacidad de sentir intensamente, de luchar con pasión y de amar sin medida. Es la posibilidad de construir, de soñar y de desafiar los límites que el mundo alguna vez intentó imponernos. Es ser resiliente, fuerte y, al mismo tiempo, poseer la ternura más profunda.

Cada día, mientras te veo crecer, me invade una mezcla de orgullo y preocupación. Quiero que seas feliz, que rías con libertad, que corras sin miedo y que nunca sientas que debes encajar en moldes ajenos. Quiero que seas fuerte, que aprendas a levantarte cuando la vida te presente retos, que confíes en ti misma y en lo que eres capaz de lograr.

Deseo que seas una mujer empoderada, que sepa que su voz importa, que sus ideas tienen valor y que sus sueños merecen ser perseguidos. Pero más que nada, quiero que seas libre. Libre de prejuicios, de expectativas ajenas, de cualquier sombra que intente apagar tu luz. Quiero que sepas que la libertad no solo es un derecho, sino una elección que debes defender cada día.

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, recordemos juntas que el mundo ha sido transformado por mujeres valientes que lucharon por la igualdad, la justicia y la dignidad. Que nunca olvides que en ti llevas la fuerza de todas ellas y la posibilidad de seguir construyendo un futuro donde todas podamos vivir sin miedo y con plenitud.

Siempre estaré aquí para acompañarte en cada paso, para sostenerte cuando lo necesites y para recordarte que ser mujer es un regalo que debemos honrar con amor y valentía. Porque dentro de ti llevas la esencia de quienes vinieron antes y el poder de cambiar el mundo para quienes vendrán después.

Con todo mi amor,

Tu mamá